Uno de los temas de interés en el campo de las neurociencias, es el concepto de organicidad en psiquiatría, ya que si bien son evidentes las correlaciones de distintas afecciones cerebrales con cambios conductuales y viceversa, aún priva en muchos terrenos de la salud mental la vieja discusión sobre la conceptualización dualista o monista (separación o integración) de la relación mente cuerpo.
También es innegable que bajo el enfoque dinamicista de los expertos en esta disciplina, resulta extremo enlazar como relación causa afecto los vínculos entre ambos apartados. No obstante con el advenimiento de los recientes avances tecnológicos en el campo de las neurociencias, se han podido demostrar aspectos que antaño se considerarían imposibles de demostrar en forma objetiva, tal es el caso del desarrollo de la epigenética y de estudios de resonancia magnética nuclear (RMNf), capaces de establecer la trasmisión de algunos caracteres hereditarios o de hacer visible la evidencia de las alteraciones, anteriormente llamadas “funcionales”, a través de imágenes sorprendentes.
A la fecha, aún existe polémica sobre aspectos definitorios del concepto de organicidad, no obstante que es un concepto etiológico, es decir, un concepto relacionado con las causas de las enfermedades. Se dice que un signo o síntoma es indicador de organicidad cuando cabe suponer que la causa es orgánica o física, en oposición a una causa psíquica. (Cazau P. 2002, Vocabulario de Psicología). Para otros organicidad se refiere a la gama de secuelas del daño cerebral, producto de alguna afección, que trae como resultado alteraciones en la conducta o en las funciones cognitivas. Aún más, “Organicismo”, se relaciona a una doctrina médica que atribuye todas las enfermedades a la lesión material de un órgano, (Dicc. de la Real Academia Española).
En su Décima Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10), la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1992, considera como “Trastornos Mentales Orgánicos”, a un amplio, variado y complejo conjunto de desórdenes psicológicos y conductuales que se originan en una pérdida o anormalidad de la estructura y/o función del tejido cerebral. Bajo este contexto surgieron los llamados anteriormente, “síndromes orgánicos cerebrales y mentales orgánicos.” La Asociación Psiquiátrica Americana en 1994, en el DSM IV, propuso que el término trastorno mental orgánico no fuera usado, pues implicaba tácitamente el concepto erróneo de que algunos desórdenes mentales no incluidos en este grupo, como la esquizofrenia, el trastorno bipolar (psicosis maníaco depresiva) y otros trastornos mentales, no estarían relacionados con procesos o factores biológicos.
También se ha observado una evolución conceptual en relación a la localización cerebral del origen de los síntomas mentales, de tal manera que en los siglos XIX y XX se consideraron las siguientes hipótesis:
- Los trastornos psiquiátricos tienen su sede en regiones determinadas del cerebro constituyéndose así el modelo anatomoclínico de la enfermedad: órganos, tejidos, células. (Bichat).
- El desarrollo del concepto de lesión fisiológica, proporcionó una definición adicional, (eléctrica o metabólica), aún vigente en nuestro tiempo.
- Cambios en estructuras submicroscópicas, que dan un enfoque más detallado y fusionado de los dos terrenos anteriores.
- Concepto de lesión psicológica que el mismo Freud, padre del psicoanálisis, comenta en algunos de sus escritos, tal vez por haber ejercido como neurólogo en sus inicios.
En los siglos XX y XXI, se agregan otras hipótesis:
- Los síntomas mentales son considerados como desviaciones fisiológicas y por tanto ubicadas en áreas funcionales correspondientes del cerebro.
- Toda actividad mental está relacionada con la actividad cerebral.
- Los síntomas mentales son ontológica y epistemológicamente diferentes de los síntomas y signos físicos, por lo que no aplican las mismas reglas de localización aplicables en medicina general.
Dr. Rogelio Gallegos Cázares
Secretario General de la AILANCYP